Cómo la psicología puede (y debe) cambiar la política.
Después de 30 años trabajando con políticos, te lo digo claro: el mayor campo de batalla está en la mente.
No es el congreso. No es el partido. No son las redes ni la oposición.
Es la mente. La mente del político. Ese lugar donde se mezclan el miedo, la ambición, el agotamiento, el ego y, a veces, también, el deseo sincero de hacer las cosas bien.
Llevo tres décadas trabajando codo a codo con políticos: desde alcaldes hasta presidentes. He visto lo mejor y lo peor. Y si algo tengo claro hoy, es esto:
No podemos cambiar la política si no cambiamos primero la salud emocional de quienes la ejercen.
La política está llena de personas rotas
No lo digo con juicio. Lo digo con compasión. He visto políticos brillantes apagar su luz por el desgaste. He acompañado a políticos que sufren ataques misóginos diarios. He escuchado que no pueden dormir desde que asumieron el cargo. He visto cómo la soledad del poder los vuelve más duros… o más cínicos.
Muchos empiezan con ilusiones. Terminan con corazas.
Y no porque sean malos. Sino porque no hay espacio, ni formación, ni contención para la parte humana del político.
La psicología no es un lujo para ellos. Es una necesidad para todos.
¿Sabes qué podría cambiar de verdad la forma en que se gobierna un país?
Que cada político tenga acceso (y compromiso) con procesos psicológicos reales: terapia, coaching ético, entrenamiento en empatía, trabajo con su sistema emocional.
No para que sean “más simpáticos”, sino para que sean más humanos, más conscientes de sus sesgos, más capaces de tomar decisiones justas sin ser devorados por la presión, el poder o el ego.
Un ejemplo que lo dice todo: Jacinda Ardern
Cuando Jacinda Ardern dejó la primera ministra de Nueva Zelanda, dijo algo que me sigue resonando:
“Ya no tengo suficiente en el tanque para seguir haciendo justicia al cargo”.
No lo dijo llorando, ni como víctima. Lo dijo desde la madurez emocional. Desde el respeto por el cargo. Desde la honestidad consigo misma.
Eso es salud mental en política. Eso es tener claro que el liderazgo no se mide por aguantar hasta romperse, sino por saber cuándo parar.
Ardern mostró al mundo que la vulnerabilidad no es debilidad. Es liderazgo real. Y ese tipo de valentía emocional es la que necesitamos hoy.
¿Y si la política incorporara psicólogos como parte del sistema?
No como asesores de campaña. No como estrategas del discurso.
Sino como guardianes del equilibrio emocional del poder.
Imagínalo: un gabinete con un equipo de psicólogos políticos que trabajen con los ministros, los asesores, los equipos técnicos. Que ayuden a tomar decisiones sin que el ego se siente en la silla. Que acompañen procesos difíciles. Que den espacio para pensar, sentir, parar y volver a empezar mejor.
No es ciencia ficción. Es urgente.
Hoy, más que nunca, gobernar exige salud mental
Vivimos tiempos acelerados, violentos, complejos. Gobernar hoy no es sólo firmar decretos. Es sostener una sociedad en crisis mientras la tuya propia, tu familia, tu cuerpo, tus emociones, se empiezan a tambalear.
Por eso lo digo con toda claridad: la próxima gran reforma política no será legal.
Será emocional. Psicológica. Interna.
Y no se verá en los diarios. Se notará en el tono de voz, en la forma de mirar, en las decisiones que se toman sin cinismo, en las que se frenan a tiempo.
Cierro con una pregunta que le hago a cada político;
¿Quién serías si el cargo desapareciera mañana?
Porque solo desde ahí, desde ese espacio sin aplausos, sin cámara, sin poder…
empieza la verdadera transformación.
José Jaime Pascual Piqueres
Psicólogo colaborador en el Centro de Psicología Calma al Mar
Miembro de la Asociación Española de Psicología Sanitaria AEPSIS