¿Es peligroso hablar de salud mental?

Entrevista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

– Dejando a un lado los evidentes beneficios de concienciar acerca del bienestar
emocional y mental, ¿es posible que hablar demasiado de salud mental llegue a
perjudicar?

Para nada. Al contrario, poner sobre la mesa la salud mental ha logrado a lo largo de los
últimos 20 años que se haya situado casi al mismo nivel de la salud física, y según la
Asociación Española de Psicología Sanitaria AEPSIS en un máximo de 10 años todos los
ciudadanos tendremos un psicólogo de cabecera en los centros de salud, de igual manera
que hoy en día tenemos un médico de familia en esos centros.
Cuando yo empecé a trabajar como psicólogo, hace un poco más de 2 décadas, mucha
gente ocultaba que acudía al psicólogo. Hoy en día todos conocemos a personas que
acuden al psicólogo y lo vemos un singo de preocupación genuina y loable por la salud
mental. Normalizar el hablar de salud mental es uno de los logros sociales que merecen un
mayor reconocimiento.

– ¿Dónde está la diferencia, el límite, entre un problema cotidiano que todos
podemos tener (sentir angustia) de un problema de salud mental (por ejemplo, un
trastorno de ansiedad)?

De una forma técnica los límites los establecen los manuales de trastornos psicológicos.
Los profesionales utilizamos fundamentalmente dos, que son el DSM y el CIE. Más allá de
estos manuales, la diferencia estriba en el nivel de malestar que te genera un pensamiento,
así como el tiempo que consume y la afectación social que genera.
Me gustaría destacar que, según ha observado la Asociación Española de Psicología
Sanitaria AEPSIS, más de la mitad de los pacientes que acuden a una consulta de
psicología no lo hacen por padecer por un trastorno psicológico recogido en esos manuales
que citaba, sino por dificultades en su vida cotidiana en la que necesitan una ayuda
psicológica. Por ejemplo, muchos de los pacientes acuden a un centro de psicología por
tener conflictos interpersonales con la pareja, la familia o el trabajo, dificultades para tomar
decisiones, inseguridades, o problemas en la gestión emocional.

– ¿Cree que se está llegando a patologizar los problemas del día a día?

Sin lugar a dudas se están patologizando problemas del día a día. Ya no solo en mi
consulta, sino también en mi entorno personal, he visto a gente que se toma ansiolíticos
porque les ha dejado su pareja, o antidepresivos porque se sienten “de bajón” por haber
perdido un trabajo. Son personas que no tienen un psiquiátrico, sino que tienen problemas
de la vida. Nos hemos convertido en una sociedad que tomamos pastillas para los
problemas de la vida. Nos estamos convirtiendo en una sociedad “síntoma-evitativa”, que
no se permite sentir ansiedad o tristeza ni siquiera en los momentos en los que es lógico
notarla. Un dato: Casi en todas las clases de todas las universidades de toda España hay
algún estudiante que toma benzodiacepinas porque se pone nervioso en los exámenes. De
una manera similar, en casi todos los funerales de España hay alguna persona que se
acerca para darle a otra una pastilla para tapar las sensaciones de abatimiento propias de
una situación tan triste. No nos estamos permitiendo sentir emociones y es aberrante. Las
emociones tienen su función y las estamos tapando y amordanzando incluso para afrontar
situaciones de la vida.
Esto es así. Los jóvenes que no aceptan la ansiedad ante situaciones de la vida cotidiana
se convertirán en adultos que no saben manejarla por sí mismos.

– ¿Tratar un problema en consulta, con un profesional de la salud mental, en ciertos
sujetos puede agravar el problema y convertirlo en algo más serio? Por ejemplo, un
adolescente rebelde que no quiere estudiar o un joven que se siente solo en clase,
cuyos padres o tutores (con toda la buena intención) lo llevan a terapia y esto hace
que él se sienta más enfermo.

Si el profesional está bien formado y cuenta competencia suficiente, acudir a él será una
vía que proporciona mucha ayuda. La terapia no agrava los problemas de salud mental.
Obviamente, en todas las profesiones (y no solo la sanitarias) puede haber personas que
no sean válidas para ejercerlas, ya sea por falta de conocimientos suficientes, o que no se
preocupen por una formación continua, o por atender bien a los usuarios. Afirmar que la
terapia puede ser peligrosa tiene tan poco fundamento como afirmar que contratar un
electricista puede incendiar tu casa. Siempre habrá algún caso en el mundo que quiera
encontrar aquel caso en el que sí pasó, pero una profesión tiene sentido y se sostiene en el
tiempo en la medida en la que la sociedad le genera credibilidad en su conjunto y no por
anécdotas aisladas que se dan en cualquier profesión.

– Algunos estudios hablan de que el aumento de la concienciación impulsa un
sobre diagnóstico: Por ejemplo, tengo angustia por un trabajo, pero leo muchos
reportajes sobre ansiedad y ya pienso que la tengo. ¿Cree que esto sucede con la
sobreinformación? Ahora se habla de la hipótesis de la inflación de la prevalencia.

El sobrediagnóstico puede ser posible cuando es auto-administrado. Es decir, cuando una
persona sin formación suficiente en salud mental lee un libro de psicología, o ve un
documental en la televisión, o navega por Internet, puede decir: “¡Caramba! ¡Yo esto lo
tengo! ¡y esto también!”. Sin embargo, cuando el diagnóstico está formulado por
profesionales de la salud mental no debería aparecer un sobrediagnóstico porque tenemos
pautas para saber qué es un trastorno y qué no, del mismo modo que tenemos pautas para
crear diagnósticos diferenciales que nos permitan distinguir entre dos problemas que,
pareciéndose mucho, no son el mismo.

– ¿Cree que con las redes sociales se puede llegar a romantizar un trastorno de salud
mental y que, incluso, se vea como un valor social?

Yo comparo metafóricamente las redes sociales con un cuchillo: te puede servir para hacer
daño a ti o a otras personas, o te puede servir para preparar alimentos y ser de mucha
utilidad en la cocina y en la mesa a la hora de la comida. El peligro no está en la
herramienta, y la herramienta en sí no deja de ser un conjunto de códigos de programación.
No tiene sentido condenar la herramienta, sino que se debe enseñar a utilizarla con el
cuidado necesario. Hay gente que usará esa herramienta para hacer una divulgación sana.
Por ejemplo, en mi canal de Youtube cuenta con una comunidad de alrededor de 250.000
seguidores con los que promuevo el conocimiento de diferentes trastornos psicológicos,
compartiendo información que le ha resultado útil a miles de personas. Sin embargo, sin
educación suficiente otros canales pueden difundir enfermizas “dietas milagro”, o llevar a
adolescentes a graves adicciones.

Fernando Pena
Psicólogo
Presidente de la Asociación Española de Psicología Sanitaria AEPSIS
Director del Centro de Psicología Calma Al Mar