Intervención en autolesiones
Entendemos la autolesión como el daño que alguien infringe sobre su propio cuerpo sin intención de morir. Es un acto compulsivo y multicausal mayoritariamente utilizado para escapar del dolor emocional, revelarse ante figuras de autoridad o conseguir sensación de control. Su presencia en los servicios de salud mental infantil ha aumentado notablemente durante los últimos años.
Se conocen diversas razones que justifican la aparición de esta sintomatología, las cuales pueden suelen ser acciones como: autorregularse, autocastigarse, comunicar de manera desadaptada malestar, buscar aliviar un dolor interno inespecífico, intentar reconectar contigo mismo, liberar tensión o aumentar el sentimiento de pertenencia a un grupo. Sin embargo, es imprescindible que evalúes el caso particular de cada niño o adolescente.
Ante esta problemática, la finalidad de cualquier intervención que realices es ayudar al paciente a reconocer y expresar adecuadamente sus sentimientos y emociones, sin dañarse. Debes conseguir que comprenda lo que está experimentando, para que sea capaz de gestionarlo a través de herramientas que faciliten la expresión emocional de su malestar, acompañándole para que exteriorice su dolor sin recurrir a la lesión autoinfligida como forma de afrontamiento.
Características principales.
Las conductas autolesivas que más comúnmente se infringen los adolescentes son las incisiones paralelas y pequeñas en muñecas, antebrazos o muslos. Pero también suelen darse marcas de cigarrillos apagados sobre la piel, tricotilomanía, cardenales autoproducidos, mordiscos, vida sexual arriesgada, alimentación compulsiva o restrictiva o comportamiento temerario.
No obstante, algunas personas se autolesionan de maneras que implican un grado de gravedad superior, en la mayoría de estos casos las conductas las realizan varones antes de la pubertad o después de los 18 años. Debes considerar que el riesgo de estos comportamientos es aún mayor si las incisiones se practican en sitios como abdomen o genitales. También si se dan en el rostro, que representa la identidad del individuo, porque podrían indicar psicosis. Además, observarás que cuando las estrategias usadas son más agresivas, suelen darse junto a un elevado aislamiento social.
Datos epidemiológicos.
La prevalencia sobre este problema no es clara por ser un acto íntimo que intenta ocultarse. Sin embargo, se cree que entre un 2-4% de la población realiza autolesiones, aumentando a un 14-15% en la adolescencia. Es un comportamiento más frecuente en mujeres que en hombres y un 50% de ellos habría padecido abusos sexuales en su infancia. En el género femenino se dan más autolesiones mediante cortes, mientras que en el masculino se realizan más quemaduras.
En los últimos veinte años han aumentado tanto las autolesiones como los suicidios consumados entre adolescentes españoles, siendo la tercera causa de muerte para los jóvenes. La autolesión ocupa el decimoctavo lugar en causas de mortalidad de dicha población, un aumento del 115%.
Emociones relacionadas con la autolesión.
Respecto a los sentimientos vinculados a este tipo de acciones, los individuos que llevan a cabo conductas autolesivas dicen experimentar principalmente sensación de dolor, pensamientos de confusión o desesperación, carencia de recursos adecuados, emociones de culpa y frustración o juicios negativos tanto propios como ajenos. Sin embargo, habitualmente no expresan deseo de morir sino de vivir, aunque encuentran en dañarse una alternativa para tolerar su sufrimiento.
Esta situación conduce a las personas a un círculo ira-culpa-castigo donde su gran dificultad para expresar emociones acarrea una acumulación de sentimientos de ira que termina explotando de forma inadecuada. En consecuencia, en consulta verás que experimentan una culpa intensa que los hace creer merecedores de recibir un castigo a través de la autolesión. Tras realizar esta conducta sienten un alto nivel de vergüenza y vuelven a experimentar sentimientos de culpa.
Evaluación e intervención.
Cuando evalúes o intervengas en conductas autolesivas parasuicidas no se te especificaran unas fases diferenciadas. No seguirás una progresión lineal, sino que vivirás unos avances y retrocesos constantes al tratarse de un proceso exigente tanto para el paciente como para el terapeuta. Es recomendable que cuando apliques tratamiento sigas un enfoque de trabajo multidimensional, con aproximación conceptual compartida y con un seguimiento del caso exhaustivo.
Los objetivos principales cuando lleves a cabo la intervención con el paciente son los siguientes:
- Reconoce sus emociones o pensamientos antes, durante y tras la autolesión.
- Identifica cuáles son los factores predisponentes y desencadenantes de estas.
- Determina sus creencias rígidas para buscar alternativas más flexibles.
- Amplia su visión radical de las situaciones con el uso de matices más variados.
- Hazle reflexionar sobre sus respuestas emocionales y como su interpretación de las distintas situaciones influye en estas.
- Ayúdale a verbalizar su estado emocional para expresarlo más apropiadamente.
- Identifica y pon nombre a aquellos sentimientos que terminan en autolesión.
- Genera alternativas para poder gestionar el malestar emocional.
- Planea alternativas seguras de actuación ante situaciones críticas.
Herramientas y competencias.
Al intervenir ante esta clase de problemática conviene que elabores una serie de estrategias que permitan aplazar a tu paciente su impulso de autolesionarse. Para ello debes enseñarle técnicas para tolerar las emociones vinculadas a esta acción. Además, tienes que hacer un seguimiento de los avances realizados desde el inicio de la terapia y reforzar su cambio de no verbalizar sus sentimientos a externalizarlos de una manera adaptativa.
Entre las habilidades que puedes trabajar con él para regular su estado emocional, encontramos el distanciamiento mediante la visualización de imágenes de un lugar seguro, la comunicación de aquellos pensamientos o sentimientos que le generan angustia, desafiar estos pensamientos buscando alternativas diferentes, distracción a través de conductas que sean incompatibles con la autolesión y el afrontamiento directo del problema.
En cuanto a las competencias conductuales, debes abordar la adhesión a los medicamentos que tenga pautados, enseñarle distintas técnicas de relajación, ayudarle a encontrar actividades que le calmen para estructurarlas en su rutina y animarle a practicar ejercicio regularmente, seguir una alimentación equilibrada o realizar actividades de ocio, es decir, mejorar su salud en general.
Para finalizar, aunque no existe una línea de tratamiento concreta para abordar las autolesiones, es necesario que como terapeuta siempre te muestres comprensivo e interesado en el problema de tu paciente, que le proporciones una información adecuada de forma calmada, con tacto y tratando con respeto en todo momento aquello que está experimentando.
Laura NR – Graduada en psicología